martes, 4 de diciembre de 2012

El Poder de La Union (Antonella Torres)


Mi madre y yo siempre nos hemos llevado muy bien, apoyándonos la una a la otra en las buenas y malas circunstancias de la vida. Vivimos en una pequeña casa de madera al  lado de un lago, donde siempre solíamos ir a tirar piedritas. Mi madre me enseñaba cómo hacerlo, mostrándome el ángulo en que la muñeca debía girar para así lograr la mayor cantidad de brincos en el agua. Este pasatiempo lo adoptécuando necesitaba estar a solas para pensar. Era bastante agradable, por las tardes me solía sentar y podía sentir el viento chocando con mi cara. Mi madre me consentía bastante al ser la única mujer y siempre me tenía preparada una taza de chocolate bien caliente al volver. Mi vida en la secundaria marcó bastantes recuerdos.

Me había graduadodel colegio con la aspiración de llegar a  ser enfermera. Sin embargo, se puede decir que me llegó la oportunidad de cumplir mi sueño de una manera muy extraña. Comenzaron a haber bastantes conflictos en el país y las situaciones económicas de cada familia se ponían peor. Todos estábamos cansados con nuestro gobierno y no sabíamos qué sucedería en nuestro país. Las situaciones entre los países no mejoraban y todo era un completo desastre. Nunca nadie imaginó que habría una guerra.

A mi hermano mayorlo obligarona ir a luchar por nuestro país. Sufrí mucho cuando me enteré de esta noticia. Siempre nos habíamos llevado muy bien. Personalmente yo lo admiraba mucho, era como un héroe para mí porque sepreocupaba mucho de la gente a su alrededor. Me daba gran temor de dejarle ir. Me cuestionaba muchas cosas en mi cabeza. Ésta podría ser la última vez que lo viera con esa sonrisa tan cautivadora en su rostro. No sabía qué hacer y no pude dormir varias noches sin dejar de pensar en él. Así pasaron los días y las semanas, hasta que por fin llegóel día aciago y él tuvo que emprender su viaje.

Mi madre no paraba de llorar.  Mi hermano Francis tuvo que despedirse rápidamente porque sino él también hubiese llorado ahí mismo.Él no podía dejar que lo vieran así. Tenía una personalidad tosca y dura, tal como un general. Yo intentaba contener las lágrimas. Me despedí de Francis con un abrazo que me dejó sin aire. él recogió sus maletas y subió al carro. ¡Qué bien le quedaba ese uniforme! se lo veía tan valiente y fuerte. Y así se fue. Lo últimoque pude ver de él fue su mano al decir adiós mientras el carro arrancaba. Fue justo en ese momento que no aguanté y me tiré de rodillas a llorar. Mi madre con los ojos hinchados me consolaba.

Pasaba el tiempo y se oía muy poco de Francis y del resto de hombres del vecindario que  también habían ido. Me parecía una idea horrible el hecho que gente sinconocerse se atacara y matara unos a los otros. Las guerras no deberían existir ni ser permitidas. Yo casi terminaba mi primer semestre en la universidad como enfermera y me mantenía altamente motivada en mis estudios. Un día llegó una inesperada carta por correo. La leímos juntas y quedamos paralizadas. Nosé si mi corazón o el de mi madre palpitaba más rápido, pero simplemente no lo podíamos creer. La carta decía que mi hermano estaba gravemente herido y que más enfermeras se necesitaban para atenderle.

El sentimiento de impotencia me torturaba. Tenía que hacer algo. Aún no tenía mi título de enfermera, pero sabía algunas cosas y podía ayudar de cualquier forma. Simplemente tenía que ir a ver a mi hermano. Así que tomé acción y le dije a mi madre que aplicaría para ir. Mi madre me creyó loca, ¿como iba ella a dejar que lo último que le quedaba se vaya así?. Ella me lo negaba y yo se lo rogaba todos los días,  no entendía que debía ir a ver a Francis. Tenía que asegurarme que esté bien. 

Le insistí a mi madre de todas maneras. Le decía que no me iba a arriesgar, que me cuidaría, quela única razón para ir era ayudar a tantos heridos ya que ésta era ,la oportunidad, la oportunidad que Dios me había mandado. Insistí e insistí hasta que mi madre se dio por vencida y por más que no quería con sus labios muy forzadamente pronunció un “está bien, anda”. Esas palabras eran las que necesitaba oír. La verdad me daba mucha melancolía el tener que abandonar mi hogar y a mi madre más que a todo, pero sabía que esto era lo que tenía que hacer.

Me fui de la noche a la mañana, empaqué algunas pertenencias brevemente y salí en esta nueva experiencia que me tocaría enfrentar. Sabía que el riesgo valdría la pena de alguna forma u otra.  Le dije que no se preocupara, que yo sabía cuidarme y que regresaría con noticias de Francis lo antes posible. Estaba bastante nerviosa, pero a la vez con muchas ganas de enfrentar al mundo. Y así fue, apenas llegué a donde se atendían a los heridos pregunté por Francis, pero nadie me daba razón, lo buscaba de camilla en camilla. Finalmente pude ver que a un lado caía el collar que le había regalado a Francis antes de que se fuera de casa. Entré y encontré a mi hermano destrozado.

Tenía una enorme venda cubriendo sus ojos y no entendía qué le había pasado. Se puso bastante contento cuando escuchó mi voz. Francis me explicó que había quedado ciego mientras luchaba. Esto me dolió hasta el aliento. Mi hermano no iba a lograr ver por el resto de su vida. Sin embargo, yo no iba a dejar que él sufra así. Yo iba a ser su bastón en medio de la ceguera.

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