Mi madre y yo siempre nos hemos llevado muy bien,
apoyándonos la una a la otra en las buenas y malas circunstancias de la vida.
Vivimos en una pequeña casa de madera al
lado de un lago, donde siempre solíamos ir a tirar piedritas. Mi madre
me enseñaba cómo hacerlo, mostrándome el ángulo en que la muñeca debía girar
para así lograr la mayor cantidad de brincos en el agua. Este pasatiempo lo
adoptécuando necesitaba estar a solas para pensar. Era bastante agradable, por
las tardes me solía sentar y podía sentir el viento chocando con mi cara. Mi
madre me consentía bastante al ser la única mujer y siempre me tenía preparada
una taza de chocolate bien caliente al volver. Mi vida en la secundaria marcó
bastantes recuerdos.
Me había graduadodel colegio con la aspiración de
llegar a ser enfermera. Sin embargo, se
puede decir que me llegó la oportunidad de cumplir mi sueño de una manera muy
extraña. Comenzaron a haber bastantes conflictos en el país y las situaciones
económicas de cada familia se ponían peor. Todos estábamos cansados con nuestro
gobierno y no sabíamos qué sucedería en nuestro país. Las situaciones entre los
países no mejoraban y todo era un completo desastre. Nunca nadie imaginó que habría
una guerra.
A mi hermano mayorlo obligarona ir a luchar por
nuestro país. Sufrí mucho cuando me enteré de esta noticia. Siempre nos
habíamos llevado muy bien. Personalmente yo lo admiraba mucho, era como un
héroe para mí porque sepreocupaba mucho de la gente a su alrededor. Me daba
gran temor de dejarle ir. Me cuestionaba muchas cosas en mi cabeza. Ésta podría
ser la última vez que lo viera con esa sonrisa tan cautivadora en su rostro. No
sabía qué hacer y no pude dormir varias noches sin dejar de pensar en él. Así
pasaron los días y las semanas, hasta que por fin llegóel día aciago y él tuvo
que emprender su viaje.
Mi madre no paraba de llorar. Mi hermano Francis tuvo que despedirse
rápidamente porque sino él también hubiese llorado ahí mismo.Él no podía dejar
que lo vieran así. Tenía una personalidad tosca y dura, tal como un general. Yo
intentaba contener las lágrimas. Me despedí de Francis con un abrazo que me
dejó sin aire. él recogió sus maletas y subió al carro. ¡Qué bien le quedaba
ese uniforme! se lo veía tan valiente y fuerte. Y así se fue. Lo últimoque pude
ver de él fue su mano al decir adiós mientras el carro arrancaba. Fue justo en
ese momento que no aguanté y me tiré de rodillas a llorar. Mi madre con los
ojos hinchados me consolaba.
Pasaba el tiempo y se oía muy poco de Francis y del
resto de hombres del vecindario que también habían ido. Me parecía una idea
horrible el hecho que gente sinconocerse se atacara y matara unos a los otros.
Las guerras no deberían existir ni ser permitidas. Yo casi terminaba mi primer
semestre en la universidad como enfermera y me mantenía altamente motivada en
mis estudios. Un día llegó una inesperada carta por correo. La leímos juntas y
quedamos paralizadas. Nosé si mi corazón o el de mi madre palpitaba más rápido,
pero simplemente no lo podíamos creer. La carta decía que mi hermano estaba
gravemente herido y que más enfermeras se necesitaban para atenderle.
El sentimiento de impotencia me torturaba. Tenía que
hacer algo. Aún no tenía mi título de enfermera, pero sabía algunas cosas y
podía ayudar de cualquier forma. Simplemente tenía que ir a ver a mi hermano.
Así que tomé acción y le dije a mi madre que aplicaría para ir. Mi madre me
creyó loca, ¿como iba ella a dejar que lo último que le quedaba se vaya así?.
Ella me lo negaba y yo se lo rogaba todos los días, no entendía que debía ir a ver a Francis.
Tenía que asegurarme que esté bien.
Le insistí a mi madre de todas maneras. Le decía que
no me iba a arriesgar, que me cuidaría, quela única razón para ir era ayudar a
tantos heridos ya que ésta era ,la oportunidad, la oportunidad que Dios me
había mandado. Insistí e insistí hasta que mi madre se dio por vencida y por más
que no quería con sus labios muy forzadamente pronunció un “está bien, anda”.
Esas palabras eran las que necesitaba oír. La verdad me daba mucha melancolía
el tener que abandonar mi hogar y a mi madre más que a todo, pero sabía que
esto era lo que tenía que hacer.
Me fui de la noche a la mañana, empaqué algunas
pertenencias brevemente y salí en esta nueva experiencia que me tocaría
enfrentar. Sabía que el riesgo valdría la pena de alguna forma u otra. Le dije que no se preocupara, que yo sabía
cuidarme y que regresaría con noticias de Francis lo antes posible. Estaba
bastante nerviosa, pero a la vez con muchas ganas de enfrentar al mundo. Y así
fue, apenas llegué a donde se atendían a los heridos pregunté por Francis, pero
nadie me daba razón, lo buscaba de camilla en camilla. Finalmente pude ver que
a un lado caía el collar que le había regalado a Francis antes de que se fuera
de casa. Entré y encontré a mi hermano destrozado.
Tenía una enorme venda cubriendo sus ojos y no
entendía qué le había pasado. Se puso bastante contento cuando escuchó mi voz.
Francis me explicó que había quedado ciego mientras luchaba. Esto me dolió
hasta el aliento. Mi hermano no iba a lograr ver por el resto de su vida. Sin
embargo, yo no iba a dejar que él sufra así. Yo iba a ser
su bastón en medio de la ceguera.
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