jueves, 29 de noviembre de 2012

Sobrevivi (Joaquin Rodriguez)


Era un día perfecto para salir a revisar las trampas para castores que había colocado hace dos días. Cargué de provisiones mi cuadrón como para una semana, aunque sabía que no me tomaría más de dos horas revisarlas. Monté mi cuadrón con aire de explorador y empecé el paseo pasado el medio día. Mientras me internaba en lo profundo del bosque,guiándome por mi excelente sentido de orientación, recordaba mi entrenamiento para la supervivencia como si fuera a necesitarlo en algún momento. El paisaje de la Cordillera Rocosa en Canadá era espectacular; me distraje un poco debido a ello, hasta que me dí cuenta que había llegado al riachuelo donde se ubicaban las trampas. Me alegré al observar que había unos tres castores atrapados y ya muertos en ellas. Al bajar de mi cuadrón me fue difícil caminar por ese territorio tan escarpado con mi pierna que había sufrido de polio. Luego tomé los castores y los amarré firmemente a mi cuadrón. Ya volviendo a mi casa, decidí seguir otro camino para conocer mejor aquel hermoso lugar.

 

El camino era muy difícil con bajadas muy empinadas y cubiertas de un lodo pegajoso que trababa mis ruedas. Mientrasdescendía por una pendiente muy empinada,sentí un dolor terrible en el ojo derecho y por instinto, solté unamano del volante para ver si tenía algo. Sí, tenía una hoja de césped, pero en el momento que solté mi mano y agarré la hoja, perdí el control del vehículo y éste se volcó. El cuadrón me lanzó hacia adelante y empezó a rodar por la pendiente justo detrás de mí. Hasta que aterricé de boca en las faldas de la colina; al mirar hacia atrás,vi cómo el cuadrón se venía encima de mí ; sin darme tiempo de reaccionar, cayó bruscamente sobre mis piernas provocándome un dolor devastador.

 

No podía moverme, sabía que me había roto al menos una de mis piernas, y además el pedal del cuadrón se me clavaba en la espalda. No podía creer el estado en el que me encontraba, estaba atrapado y muy adolorido. Pasaron unos pocos minutos que me parecieron una eternidad, pues no veía manera de librarme. De repente, sentí un reflejo de luz en mis ojos. Era el reflejo del sol sobre mi hacha que se había desprendido delcuadrón, pero había caído fuera de mi alcance. Por suerte yo siempre llevaba una brújula y unsilbato colgados en el cuello, así que tomé el cordel y lo lancé para enganchar el hacha. Después de muchísimos intentos, lo conseguí. La agarré en mis manos y pensé que si lograba quitar peso al vehículo con golpes del hacha, disminuiría la presión en mi espalda y en mis piernas. Pero cada golpe me producía un dolor tanterrible que solo logré quitar los castores muertos. Luego pensé usar el hachacomo palanca para levantar el cuadrón,pero después de varios intentos,la herramienta se rompió.

 

Poco a poco llegó la noche y la temperatura descendió hasta -20 grados centígrados. Era tan intenso el frio que usé los castores como barrera contra el viento. Luego pensé que si le quitaba la piel a los castores podría usarla como aislante entre mi cuerpo y el piso. Pero el problema era que el olor de la carne fresca atraería a los lobos o coyotes de la zona. Decidí no arriesgarme.

 

A lo lejos vi una luz. Entendí que se trataba de la casa de un granjero o un cazador, así que grité lo más fuerte que pude pero el sonido del viento hacía imposible que el granjero me escuchara. Agarré el silbato y sople con fuerza. El silbato me fue más útil para hacer ruido aunque solo logré alterar a los perros del granjero. Pasé la noche con un frio terrible. No me atreví a dormir por si la hipotermia se apoderaba de mi cuerpo. Durante la noche, apenas me acompañaban los recuerdos de mi hijo en la última navidad y la angustia de que posiblemente no volvería a verlo de nuevo.

 

A la mañana siguiente me sentía deshidratado y con mucha hambre, pero las provisiones que traje estaban al otro lado y no lograba alcanzarlas.

 

De repente se me ocurrió una idea brillante, usaría la cinta con la que marco el lugar donde escondo las trampas para recoger el rocío y así hidratarme lo suficiente. Me pasé todo el día haciendo eso hasta que llegó la noche. Para entonces me venció el hambre y decidí probar un poco de carne de castor a pesar del riesgo de que esto atrajera animales peligrosos. Sabía que los lobos y coyotes podrían llegar en cualquier momento pero si no comía, moriría de todas maneras. Por suerte, esa noche no vino ningún depredador y aproveché la piel de los castores para cubrirme del frío.

 

Al siguiente día mientras me tomaba el rocío vi a lo lejos un helicóptero, me emocioné como nunca y empecé a gritar y a mover las cintas, pero fue inútil. El helicóptero giró hacia el otro lado perdiéndose en el horizonte como si yo no le importara. Fue un momento muy triste, aunque también sentí ira por mi impotencia de poder comunicarme.

 

En la noche del tercer día ocurrió lo peor. Estaba pensando en una solución a mi problema cuando escuché que unas patitas se acercaban hacia mí. No lograba ver nada pues mi ángulo de visión era muy bajo,pero sabía que estaba en problemas, hasta que a lo lejos vi una manada de coyotes acercándose hacia mí. Agarré el mango de mi hacha rota y empecé a golpear el suelo y el metal de mi cuadrón. Por suerte los coyotes se alejaron.

 

En la mañana del cuarto día mi cuerpo se rindió y me quedé dormido.

 

Mientras, en otra parte de la cordillera, Carlos, un experto en búsqueda y rescate,ajeno a mi desgracia, salió a caminar con su perro. Su plan era caminar hacia un lago ubicado al norte de mi posición. Pero sin saber porqué, cambió de planes hasta llegar al valle en el que yo me encontraba atrapado y dormido. Se acercó corriendo hacia mí y me vio, ahí, tirado debajo del cuadrón y me preguntó nerviosamente:

 

-          ¿señor, señor?

 

Al escuchar el sonido de su voz me desperté y lo vi, pensé que estaba alucinando.¿O tal vez sería un sueño?Al verme despertar, preguntó:

 

-           ¿Cómo se llama?

-           Frank Mathews, respondí aún confundido.

-           No se preocupe Sr. Mathews, le voy a ayudar

 

Carlos reaccionó rápidamente y me quitó el vehículo de encima. El alivio que sentí sigue siendo inexplicable. A pesar de mi cansancio Intenté mover las piernas pero éstas no respondían. Carlos me pidió no moverme mientras llamaba por su radio para pedir ayuda. Las horas que pasaron mientras esperaba a los paramédicos parecían no tener fin; pero al fin llegaron! Con la ayuda de Carlos me llevaron directo al hospital. Sufrí un par de operaciones de emergencia en la pierna y al poco tiempo pude tomar algo caliente. Luego llegó mi familia y celebramos el rescate.

¡Fue el mejor día de mi vida!

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