Felipe tenía 6 años de edad, estaba
en su casa a la espera de sus padres. Ese día alguien tocó a la puerta , era un
señor con un papel amarillo; tomó al niño de la mano y le explicó que sus
padres tuvieron que viajar a Francia en una misión de trabajo; a ayudar a un grupo perteneciente a una etnia
secreta. Él, debido a su corta edad no entendía lo que estaba pasando, pero el
señor lo llevó donde sus abuelos. Después de un tiempo finalmente se dio cuenta
de la pérdida que recientemente había tenido, nunca más volvería a
verlos.
El tiempo pasó. Felipe cumplía 8
años, eran las cinco de la tarde, todos sus amigos estaban con él cuando
alguien llamó a la puerta. Era el señor del correo, una carta acababa de
arribar de un lugar remoto en las afueras de Francia, era una nota de sus
padres informándoles a él y sus abuelos que tendrían que quedarse ahí por un
largo tiempo ya que esta tribu tenía unos serios problemas con la base secreta
de un grupo de espías y ellos tendrían que defenderlos. El día siguió
normalmente, todos los niños terminaron exhaustos a la hora que sus madres los
fueron a retirar.
La vida de Felipe fue siempre digna
de un niño, sus abuelos se habían convertido prácticamente en sus padres y le
dieron todo lo que él necesitara. Un día frío de Diciembre, decidieron
mudarse a un barrio más céntrico, en medio de Londres, donde estaban las
grandes construcciones, los palacios y toda la historia del pasado de esa gran
ciudad. Ellos se mudaron a la mansión Herchester, una antigua mansión
construida en el siglo XII. Esta construcción tenía paredes de color negro,
pilares visibles a la entrada, y un gran camino de piedras que dirigían a la
puerta principal. En el interior habían cinco cuartos cada uno con un amplio
espacio para la cama, aparador, espejo y un sofá justo debajo de la ventana.
Los abuelos de Felipe pagaron un precio de un gran descuento por esta grande y
amplia mansión ya que estaba muy cerca del cementerio de la ciudad.
La primera noche pasó, todos
estaban llenos de emoción de estar en un lugar más cercano a tiendas,
hospitales, estaciones y muchos lugares más. Los días pasaban y todo seguía
tranquilo en la mansión. Una noche, la más oscura de ese tiempo, Felipe, se
quedo jugando con sus juguetes hasta tarde, cuando de repente empezó a escuchar
un sonido chirriante en la esquina de su habitación. Él no le prestó mucha
atención y siguió jugando. Los días continuaron y los sonidos misteriosos
también, pero Felipe nunca hizo nada al respecto.
Felipe creció y fue a la
universidad en Estados Unidos. Sus abuelos habían vivido en la mansión toda su
vida hasta el día de su muerte, su abuelo murió a los 80 años de edad debido a
una insuficiencia del corazón, en cambio su abuela murió 7 años después, debido
a causas naturales. Felipe devastado por este hecho decidió comprar la mansión,
el único recuerdo que le quedaba de sus abuelos ya que, antes de morir su
abuela le pidió a la enfermera que le cuidaba que quemara todas las fotos, ropa
y todo recuerdo sobre ella y su esposo.
Felipe regresó a vivir en la
mansión, y cada noche escuchaba voces, pisadas y sonidos tenebrosos. Muy
aterrado, salía a ver de qué se trataba, pero terminaba sin encontrar nada. Él
lo que no se daba cuenta es que estas voces, le estaban dando instrucciones de
que cometa ciertos crímenes en la ciudad.
Se despertó una mañana e hizo lo
que usualmente hacía, tomó una taza de té y salió a su habitación, en ese
momento tuvo un pequeño mareo, una extraña sensación recorría por su cuerpo. De
un momento a otro giró de la dirección a donde iba. Fue a la cocina, cogió una
pistola y salió a la calle, la mañana estaba cubierta de neblina, parecía que
nunca iba a salir el sol, empezó a
caminar por la gran avenida. Caminó tres cuadras hasta el gran museo,
inconscientemente sacó la pistola y buscando con la vista lo localizó. Fue
rápidamente hacia él y con un suave y frío disparo le atravesó la cabeza.
Felipe salió y fue directo a su casa. Siguió con toda normalidad y tranquilidad
su vida, como si nada hubiese pasado. En cambio en el museo, todo el mundo
quedó impactado, aterrorizado después de haber presenciado tal evento
catastrófico. Felipe, pasó encerrado en su habitación por varios meses,
hasta que un día decidió salir, fue directo a una perfumería, donde había una señora
con un vestido de una tela muy fina, y un abrigo de piel, él tomó uno de los
perfumes y lo partió en la cabeza, dejando a ese cuerpo desangrándose en el
piso, sin alma, sin sentimientos, esa inocente criatura tirada sin vida. Felipe
se fue caminando de lo más relajado, cuando la policía lo atrapó y lo llevaron
a un interrogatorio.
Felipe, sudaba frío, sentía los
nervios corriendo por su cuerpo, estaba confundido y desconcertado no sabia qué
estaba pasando, ni qué hacia en ese cuarto oscuro. Dos señores, con trajes
entraron a la habitación, le preguntaron por qué había matado a la señora,
cuáles eran sus motivos. Él trataba de responderles, pero las palabras no le
salían de la boca. El tiempo llegó, lo llevaron a una celda, y después de pasar
unos meses ahí nunca encontró la explicación para ese acto que había cometido.
Un día con una pluma escribió: " Queridos familiares del señor y la
señora, al momento de esos actos tan desconsiderados e inhumanos no tenía mi
mente en este mundo, estuve controlado por alguna fuerza inexplicable y espero
su atención, Felipe". Unos momentos después tomó su camisa, la partió y
formó una especie de cuerda, se la ató al cuello y con ella terminó su vida, llena de alegrías, miserias y confusión.
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