Era un día perfecto
para salir a revisar las trampas para castores que había colocado hace dos
días. Cargué de provisiones mi cuadrón como para una semana, aunque sabía que
no me tomaría más de dos horas revisarlas. Monté mi cuadrón con aire de
explorador y empecé el paseo pasado el medio día. Mientras me internaba en lo
profundo del bosque,guiándome por mi excelente sentido de orientación,
recordaba mi entrenamiento para la supervivencia como si fuera a necesitarlo en
algún momento. El paisaje de la Cordillera Rocosa en Canadá era espectacular;
me distraje un poco debido a ello, hasta que me dí cuenta que había llegado al
riachuelo donde se ubicaban las trampas. Me alegré al observar que había unos
tres castores atrapados y ya muertos en ellas. Al bajar de mi cuadrón me fue
difícil caminar por ese territorio tan escarpado con mi pierna que había
sufrido de polio. Luego tomé los castores y los amarré firmemente a mi cuadrón.
Ya volviendo a mi casa, decidí seguir otro camino para conocer mejor aquel
hermoso lugar.
El camino era muy
difícil con bajadas muy empinadas y cubiertas de un lodo pegajoso que trababa
mis ruedas. Mientrasdescendía por una pendiente muy empinada,sentí un dolor
terrible en el ojo derecho y por instinto, solté unamano del volante para ver
si tenía algo. Sí, tenía una hoja de césped, pero en el momento que solté mi
mano y agarré la hoja, perdí el control del vehículo y éste se volcó. El
cuadrón me lanzó hacia adelante y empezó a rodar por la pendiente justo detrás
de mí. Hasta que aterricé de boca en las faldas de la colina; al mirar hacia
atrás,vi cómo el cuadrón se venía encima de mí ; sin darme tiempo de reaccionar,
cayó bruscamente sobre mis piernas provocándome un dolor devastador.
No podía moverme, sabía
que me había roto al menos una de mis piernas, y además el pedal del cuadrón se
me clavaba en la espalda. No podía creer el estado en el que me encontraba,
estaba atrapado y muy adolorido. Pasaron unos pocos minutos que me parecieron
una eternidad, pues no veía manera de librarme. De repente, sentí un reflejo de
luz en mis ojos. Era el reflejo del sol sobre mi hacha que se había desprendido
delcuadrón, pero había caído fuera de mi alcance. Por suerte yo siempre llevaba
una brújula y unsilbato colgados en el cuello, así que tomé el cordel y lo
lancé para enganchar el hacha. Después de muchísimos intentos, lo conseguí. La
agarré en mis manos y pensé que si lograba quitar peso al vehículo con golpes
del hacha, disminuiría la presión en mi espalda y en mis piernas. Pero cada
golpe me producía un dolor tanterrible que solo logré quitar los castores
muertos. Luego pensé usar el hachacomo palanca para levantar el cuadrón,pero
después de varios intentos,la herramienta se rompió.
Poco a poco llegó la
noche y la temperatura descendió hasta -20 grados centígrados. Era tan intenso
el frio que usé los castores como barrera contra el viento. Luego pensé que si
le quitaba la piel a los castores podría usarla como aislante entre mi cuerpo y
el piso. Pero el problema era que el olor de la carne fresca atraería a los
lobos o coyotes de la zona. Decidí no arriesgarme.
A lo lejos vi una luz.
Entendí que se trataba de la casa de un granjero o un cazador, así que grité lo
más fuerte que pude pero el sonido del viento hacía imposible que el granjero
me escuchara. Agarré el silbato y sople con fuerza. El silbato me fue más útil para
hacer ruido aunque solo logré alterar a los perros del granjero. Pasé la noche
con un frio terrible. No me atreví a dormir por si la hipotermia se apoderaba
de mi cuerpo. Durante la noche, apenas me acompañaban los recuerdos de mi hijo
en la última navidad y la angustia de que posiblemente no volvería a verlo de
nuevo.
A la mañana siguiente
me sentía deshidratado y con mucha hambre, pero las provisiones que traje
estaban al otro lado y no lograba alcanzarlas.
De repente se me
ocurrió una idea brillante, usaría la cinta con la que marco el lugar donde escondo
las trampas para recoger el rocío y así hidratarme lo suficiente. Me pasé todo
el día haciendo eso hasta que llegó la noche. Para entonces me venció el hambre
y decidí probar un poco de carne de castor a pesar del riesgo de que esto
atrajera animales peligrosos. Sabía que los lobos y coyotes podrían llegar en cualquier
momento pero si no comía, moriría de todas maneras. Por suerte, esa noche no
vino ningún depredador y aproveché la piel de los castores para cubrirme del
frío.
Al siguiente día
mientras me tomaba el rocío vi a lo lejos un helicóptero, me emocioné como
nunca y empecé a gritar y a mover las cintas, pero fue inútil. El helicóptero
giró hacia el otro lado perdiéndose en el horizonte como si yo no le importara.
Fue un momento muy triste, aunque también sentí ira por mi impotencia de poder
comunicarme.
En la noche del tercer
día ocurrió lo peor. Estaba pensando en una solución a mi problema cuando
escuché que unas patitas se acercaban hacia mí. No lograba ver nada pues mi ángulo
de visión era muy bajo,pero sabía que estaba en problemas, hasta que a lo lejos
vi una manada de coyotes acercándose hacia mí. Agarré el mango de mi hacha rota
y empecé a golpear el suelo y el metal de mi cuadrón. Por suerte los coyotes se
alejaron.
En la mañana del cuarto
día mi cuerpo se rindió y me quedé dormido.
Mientras, en otra parte
de la cordillera, Carlos, un experto en búsqueda y rescate,ajeno a mi
desgracia, salió a caminar con su perro. Su plan era caminar hacia un lago
ubicado al norte de mi posición. Pero sin saber porqué, cambió de planes hasta
llegar al valle en el que yo me encontraba atrapado y dormido. Se acercó
corriendo hacia mí y me vio, ahí, tirado debajo del cuadrón y me preguntó
nerviosamente:
-
¿señor, señor?
Al escuchar el sonido
de su voz me desperté y lo vi, pensé que estaba alucinando.¿O tal vez sería un
sueño?Al verme despertar, preguntó:
- ¿Cómo se llama?
- Frank Mathews, respondí aún
confundido.
- No se preocupe Sr. Mathews, le voy a
ayudar
Carlos reaccionó rápidamente
y me quitó el vehículo de encima. El alivio que sentí sigue siendo
inexplicable. A pesar de mi cansancio Intenté mover las piernas pero éstas no
respondían. Carlos me pidió no moverme mientras llamaba por su radio para pedir
ayuda. Las horas que pasaron mientras esperaba a los paramédicos parecían no
tener fin; pero al fin llegaron! Con la ayuda de Carlos
me llevaron directo al hospital. Sufrí un par de operaciones de emergencia en
la pierna y al poco tiempo pude tomar algo caliente. Luego llegó mi familia y
celebramos el rescate.
¡Fue el mejor día de mi
vida!